Pier (Pierre) Albrecht: El «Botox»

Relajamiento de los músculos de la frente, glabela y patas de gallo

El Botox se ha hecho tan popular que no es necesario insistir en esta maravillosa herramienta para la corrección de los signos de la edad. Su nombre viene de la “toxina botulínica”, que en una concentración normal es un veneno, pero que en el campo de la neurología se usa desde hace 25 años con dosis hasta 200 veces inferiores a la concentración normal.

La toxina botulínica consigue una parálisis muscular, bloqueando la transmisión del influjo nervioso a nivel de la conexión nervio-músculo, dentro de una estructura llamada “synapse”. Esa parálisis localizada, no se extiende por el cuerpo, y el sistema nervioso emite otra rama, con conexión nueva, en unos meses. Es por esto que el efecto de la toxina botulínica es temporal.

Las aplicaciones principales son la parálisis o mejor dicho el relajamiento de los músculos de la cara implicados en la mímica, como el músculo frontal, responsable de las arrugas de la frente cuando ésta se contrae, el músculo orbicular, responsable de las arrugas de las patas de gallo, y los músculos corrugator y procerus, responsables de las arrugas de la glabela, es decir el entrecejo.

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Existen otras aplicaciones, usando la parálisis de las micro fibras musculares de la piel, para relajarlas y mejorar las arrugas de los labios inferiores y superiores, (de apelación común: código de ba-rras), así como las bandas platysmales (cordones que aparecen cuando uno contrae el cuello y que permanecen con la edad).

Es importante saber que la toxina botulínica tiene sus éxitos, sus fallos y sus limitaciones. Su uso debe limitarse en el tiempo, ya que después de cierta edad, no se puede usar más y se debe pasar por la cirugía para corregir la pérdida de elasticidad de la piel.

Sí es cierto que relaja los músculos de la mímica de la parte superior de la cara, es también cierto que la cara se queda lisa, sin poder moverla. Además es verdad, que según la técnica de inyección, puede conseguirse que se levante la cola de las cejas, pero no se controla la subida al 100%, y puede dar lugar a lo que llamamos el “Mefisto look”, es decir unas cejas en forma de “V” invertida, con un aspecto de mala persona.

También, inyectada demasiado cerca de las cejas, la toxina botulínica puede impedir totalmente la subida de éstas, con una sensación de ojos muy caídos y pesados. El motivo de esa sensación es, que a lo largo de la vida, el párpado superior tiene más piel y pesa más. Como consecuencia, se abrirán los ojos levantando las cejas, lo que dará lugar a arrugas en la frente y a un aspecto de los ojos más redondos.

Otra limitación es la aparición progresiva de arrugas debajo y arriba de los puntos de inyección de las patas de gallo. Para entender este problema, uno debe saber que el músculo orbicular de los ojos, responsable de las patas de gallo, tiene más o menos la forma de unas gafas redondas, de uno a tres centímetros de ancho. Es decir, si unoparaliza de forma repetida una zona de ese músculo, van a aparecer poco a poco nuevas arrugas, más abajo y más arriba de la zona paralizada.

Cuando esto ocurre, es tiempo de pensar en otro tipo de corrección, de recurrir a la ayuda que puede proporcionar la cirugía.

Al principio, hace 25 años, la toxina botulínica se usaba para corregir el estrabismo, bloqueando el músculo responsable de los ojos, siendo hace casi 10 años cuando se empezó usar en el campo de la estética. Ningún problema mayor se puede imputar a su uso. Como perito judicial, puedo decir que los poquísimos casos de complicaciones registradas en el mundo, se han debido más bien al mal uso del producto, que al producto en sí.

De hecho hay que llamar la atención de todos y todas, sobre una costumbre peligrosa llegada de Inglaterra y llamada “botox party”. Se trata de sesiones de inyecciones de botox en grupo, a menudo en una casa privada, y practicadas por alguien que no es un profesional cualificado.

Según ley, solamente los médicos pueden inyectar un producto bajo su propia responsabilidad, así como también las enfermeras, bajo la responsabilidad de un doctor. Uno debe entender que el problema no es el hecho de coger una jeringa, pinchar la piel y presionar el émbolo, sino más bien la sustancia que se está aplicando.

Cualquier producto con efectos farmacológicos, puede dar lugar, aunque de forma muy ocasional, a efectos adversos, segundarios, y complicaciones, que sólo un médico está cualificado a tratar. Confiar en alguien que no tenga una larga formación médica, es un riesgo que no vale la pena correr. Aunque le ocurra a uno de cada millón de pacientes, puede tocarle a cualquiera.

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Editorial: Dr. Pier Albrecht, Dr. Pierre Albrecht, Dr. Pierjean Albrecht,

Dr. Pier Jean Albrecht, Dr. Pierre F. Albrecht, Dr. Pierre Frank Albrecht,

Dr. P. Frank Albrecht, Dr. Pierjean Frank Albrecht, Marbella Clinic